ASUMIR Y PERDONAR(TE) EL ERROR

Hace muchos años, cuando empezaba mi vida de consultor, vendí mi primer gran proyecto y este encadenó una serie de trabajos en el mismo cliente muy enriquecedores. Fueron mis primeros pasos en la mejora continua y en la dinamización de equipos. Como en tantas empresas guipuzcoanas a finales de los años 90, en aquella empresa faltaba todo un trabajo serio de construcción de un proyecto compartido y un desarrollo concienzudo del equipo directivo/personas con responsabilidad.

Nos costó un triunfo convencer al dueño y director general que debía empezar cuanto antes aquél camino. Pero años de buen hacer nos avalaban y por fin se decidió a convocar la primera reunión de todas las personas con responsabilidad de la empresa. Una reunión extraordinaria.

Sin duda la reunión más importante de aquel verano, de aquel año…

Era un jueves y acudí con calma a la empresa cliente a preparar aquella reunión. Al llegar a la gran entrada de mármol y acercarme a saludar a la recepcionista esta me miró desencajada:

– Gonzalo… están ya arriba esperándote.

– ¿esperándome? ¿quiénes?

Su cara tornó en pánico.

– ¿Qué quiénes?… ¡Todos!, ¡están todos!

No sé cómo escribirlo, es difícil, incomprensible. Pero por alguna razón inexplicable todas las personas con responsabilidad de la empresa estaban citadas ese día y a esa hora y yo no estaba preparado. Se me cayó el mundo encima y todavía no tenía las suficientes tablas para salir airoso de aquella situación.

Quería desaparecer.

Subí al lugar habilitado especialmente para el encuentro… les expliqué que no estaba preparado para dinamizar aquella reunión y que no podía improvisar. La gente me miraba atónita y muchos con cara de furia. Les pedí perdón, que no tenía explicación para aquello y… humillado, me puse en la puerta para recibir uno a uno el mensaje o reprimenda de los presentes mientras abandonaban la sala.

No hay explicación.

Muchas veces he pensado cómo hubiera reaccionado si esto lo hubiera hecho un colaborador mío, hubiera pensado que era una persona trastornada, invadida por las drogas o alcohólica. Y pienso que hubiera dudado mucho de su valía profesional, aquella no era una reunión cualquiera…

¿Imperdonable? Sin duda no. Quién anda, mete la pata, es así, hay que aceptarlo y aprender rápido.

Así que aquí va mi aprendizaje: acepta y asume los errores de los demás, como deberías aceptar los tuyos propios ¿o eres de los que no te perdonas?